25 marzo 2009

ROMÁNICO-MUDÉJAR EN LA C. DE MADRID

En la Comunidad de Madrid, con respecto al resto de España, son muy escasas las edificaciones románicas o mudéjares. Por orden alfabético, se detallan a continuación los lugares en los cuales encontramos alguna edificación parcialmente románica o mudéjar:
Camarma de Esteruelas, La Cabrera, Madrid (ciudad), Móstoles, Pelayos de la Presa, Prádena del Rincón, Talamanca del Jarama y Valdilecha.

1.- Camarma de Esteruelas, Iglesia de San Pedro (estilo románico-mudéjar)
La iglesia de San Pedro de Camarma de Esteruelas, tiene una magnífica cabecera románica-mudéjar probablemente edificada en el siglo XIII. Presenta la clásica estructura dividida entre el presbiterio de planta rectangular y el ábside de menor anchura y altura, de planta semicircular.
Exteriormente, la cabecera se asienta sobre un zócalo de mampostería. Por encima, se construyeron tres cuerpos superpuestos con arcos doblados ciegos de medio punto. De estos tres cuerpos el intermedio presenta mayo altura.
Es uno de los ejemplos más interesantes y mejor conservados de la arquitectura mudéjar madrileña puesto que, pese a la notable intervención sufrida en época renacentista, se conservó el ábside de medio punto precedido de presbiterio de la fábrica original de la primitiva parroquial que, como no podía ser de otra forma, fue levantada en ladrillos y con la típica articulación a base de arquerías ciegas superpuestas.
En los años sesenta del pasado siglo, y a raíz de un incendio declarado en la zona del ábside, se desprendió parte del revoco que lo cubría sacando a la luz una serie de pinturas murales que, en cuanto a tipología, conectan con el estilo románico aunque son de una calidad baja y parecen corresponder a una época posterior, probablemente los siglos XIII y XIV.
Bien merece la pena recorrer el exterior de la cabecera para contemplar el notable juego de volúmenes, donde se diferencia claramente las partes correspondientes al ábside y al presbiterio, así como la articulación a base de tres cuerpos de arcos de medio punto ciegos, doblados, peraltados y, en el caso del tramo recto, trasdosados por rectángulos a modo de alfizes.
También conserva en buen estado la línea de modillones que sustentan el alero.
Como se ha mencionado anteriormente, el resto del edificio corresponde a época renacentistas, destacando su esbelta torre realizada en el siglo XVI por los maestros de cantería de Alcalá de Henares Juan Ballesteros y Nicolás Ribero
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2.- La Cabrera, Convento de San Antonio (estilo románico)
El Convento de san Antonio está situado en el municipio de La Cabrera, en la parte septentrional de la Comunidad de Madrid. Es de estilo románico y es probable que date del siglo XI o de la primera mitad del siglo XII, si bien otras hipótesis apuntan a un origen anterior.
El templo se encuentra a 2 km del casco urbano de La Cabrera. Está enclavado en un paraje agreste, a 1.190 m de altitud, en las laderas del Cancho Gordo, la máxima cumbre de la Sierra de La Cabrera con una cota de 1.564 m. Se trata de un monte-isla de la vertiente meridional de la Sierra de Guadarrama.
No se conoce la fecha exacta de su fundación. La tradición sostiene que es del siglo XI y que fue promovido por el rey Alfonso VI (1040-1109), en el contexto de la campaña militar desplegada por la Corona de Castilla para la conquista de Toledo, en manos del poder andalusí.
También es posible que fuera construido en la primera mitad del siglo XII, aunque siguiendo modelos anteriores al primer románico. Según otras teorías, puede tratarse de una construcción románico-visigótica. La existencia de restos arqueológicos de origen visigodo en sus proximidades lleva a pensar que pudo ser levantado sobre un primitivo templo prerrománico.
Su primera consagración fue la de san Julián y, hasta el siglo XIV, estuvo regentado por la orden benedictina. En 1404 pasó a manos de los franciscanos de la Reforma de Pedro de Villacreces, quedando bajo la advocación de san Antonio de Padua. Fue reformado en los siglos XV y XVI.
El lugar fue abandonado durante la invasión napoleónica. En 1812 los franciscanos pudieron restablecerse, permaneciendo hasta 1835, cuando fueron exclaustrados como consecuencia de la Desamortización de Mendizábal.
Posteriormente, fue comprado por los descendientes del pintor Francisco de Goya (1746-1828). En el siglo XX, el médico Carlos Jiménez Díaz (1898-1967) se hizo con la propiedad y procedió a su rehabilitación y adecuación para uso residencial.
Tras su muerte, el edificio quedó en el abandono y fue objeto de numerosos actos de rapiña y expolio. Desde el año 2004, pertenece a los misioneros Identes, quienes, además de su función religiosa, promueven la celebración de actividades culturales y sociales. La Comunidad de Madrid procedió a su restauración y consolidación entre 1987 y 1993.
El convento ha tenido diferentes usos a lo largo de los siglos. Fue utilizado como hospedería por diferentes personalidades históricas, como el marqués de Santillana y el cardenal Cisneros, y, durante un corto periodo de tiempo, sirvió de prisión clerical.
El convento está realizado en mampostería de granito. Su elemento arquitectónico más importante es la iglesia, que destaca por la singularidad de su estructura, si se tienen en cuenta las pautas estilísticas imperantes en el románico de los siglos XI y XII. A pesar de sus reducidas dimensiones, presenta una estructura de cierta complejidad, con cinco ábsides, tres naves y crucero.
Los ábsides son de planta semicircular y tienen diferentes alturas, distribuyéndose simétrica y escalonadamente. Los tres centrales se sitúan, a modo de prolongación, en la cabecera de cada una de las naves, mientras que los dos laterales se corresponden con los extremos de los brazos del crucero. Están formados por bóvedas de cuarto de esfera.
La existencia de cinco ábsides y, en consecuencia, de cinco altares hace pensar que en el lugar se celebraban varias misas en el mismo día, ante la prohibición litúrgica de que, en un mismo altar, se oficiasen varias misas en una única jornada.
Con respecto a las naves, están integradas por bóvedas de medio cañón y arcos de medio punto, sostenidos por diferentes sistemas de apoyo. Los arcos del crucero y los triunfales se alzan sobre pilares cruciformes; y los restantes sobre columnas cilíndricas, con capiteles.
La desnudez decorativa es otra de las características del templo, que carece casi por completo de motivos escultóricos, tanto en el exterior como en el interior. Sólo cabe hablar de la presencia de varios escudos en los cerramientos oeste y sur, alusivos a la orden franciscana y al ducado del Infantado, al que estuvo adscrito La Cabrera. Fueron instalados durante las reformas llevadas a cabo en los siglos XV y XVI.
A estas reformas también corresponden la arquería conservada del claustro y el cuerpo bajo de la torre. Es probable que la parte superior de ésta sea posterior, posiblemente del siglo XVIII.
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3.-Madrid (ciudad), Ermita de Nª Sª de la Antigua en el cementerio de Carabanchel (estilo románico-mudéjar)
La ermita de Nuestra Señora de la Antigua (o Ermita del cementerio de Carabanchel), es un templo situado a la entrada del cementerio de Carabanchel. Su origen se remonta al siglo XIII y está construida en estilo románico-mudéjar.
Fue la parroquia del antiguo municipio de Carabanchel, y actualmente es la ermita-capilla del Cementerio de Carabanchel, a cuya tapia se encuentra adosada. Concretamente, se ubica en la confluencia de la calle de Monseñor Óscar Romero con el Camino del Cementerio.
La ermita se asienta sobre un enclave que estuvo poblado desde tiempos prerromanos. Los trabajos de restauración llevados a cabo en el templo en el año 1998 han puesto al descubierto restos arqueológicos de origen carpetano y romano, como cerámicas, losas y ánforas.
En el siglo XIII aparecen las primeras referencias escritas de la ermita. Entonces funcionaba como iglesia parroquial de Carabanchel, bajo la advocación de Santa María Magdalena. A finales del siglo XV se sabe que su entorno quedó despoblado y que fueron fundadas dos nuevas localidades, conocidas como Carabanchel Alto y Carabanchel Bajo, donde se redistribuyeron los habitantes del primitivo núcleo urbano.
Ambos pueblos fueron dotados con sus respectivas iglesias, con lo que, en el siglo XVI, el templo de Santa María Magdalena perdió su rango parroquial y fue convertido en ermita, quedando consagrado a Santa María la Antigua y adscrito a la Parroquia de San Sebastián, situada en Carabanchel Bajo. En el siglo XVII se procedió a su mejora, ampliación y reforma, con motivo de la canonización en 1622 de San Isidro.
La ermita tiene planta rectangular. Es de tres naves, aunque cabe pensar que, originalmente, sólo constaba de una y que las dos laterales fueron añadidas en una época posterior. De su trazado primitivo del siglo XIII, se conservan en buen estado la cabecera, la torre y el muro meridional, en el que se localiza la portada.
La cabecera está orientada a poniente, pauta habitual en la mayor parte de los templos religiosos medievales. Integra un ábside semicircular con bóveda de cuarto de esfera, realizado en mampostería y verdugadas de ladrillos, distribuidas paralelamente. Éste se une al cuerpo principal mediante un tramo rectangular en el presbiterio, de mayor anchura que el absidal y cubierto con bóveda de cañón.
Los elementos decorativos del exterior del ábside son escasos. Se limitan a la presencia de una serie de canecillos de rollo, hechos en ladrillo y situados bajo el alero. En su parte central, se abre una ventana de perfil toledano, conformada por un arco de herradura apuntado.
Con respecto al cuerpo principal, presenta idéntica fábrica que la cabecera, excepción hecha de la sacristía y de una casa adosada al muro este, probablemente incorporadas en la reforma del siglo XVII. En estos casos, la mampostería se alterna con cajas rectangulares de ladrillo.
Como se ha citado, la portada se encuentra en el muro sur. Es de ladrillo y está dispuesta en saliente, con cierta inclinación hacia el suelo. Se trata de una caja rectangular, en la que se integran tres arquivoltas. Son de medio punto y el central presenta doce lóbulos. Sus apoyos siguen las pautas características de la arquitectura mudéjar y consisten en ladrillos cortados en forma de nacela, debajo de los cuales se ubican las jambas en degradación.
Uno de los elementos más singulares del conjunto es su torre, dada su reducida planta rectangular. Mide 20 m. de alto. Es maciza en su primer cuerpo y, en esta parte, presenta la misma fábrica que el cuerpo principal y la cabecera, aunque con variaciones, provenientes de las cajas de ladrillos instaladas en sus esquinales. Éstas son desiguales en cuanto a tamaño y número.
El segundo cuerpo de la torre es hueco y está construido enteramente en ladrillo. En su tramo superior, aparecen seis vanos (dos por cada lado largo y uno en cada lado ancho), donde se alojan dos campanas, realizadas en la primera mitad del siglo XX. Los vanos se cierran mediante un sistema de falsos arcos apuntados, abiertos por la aproximación de las hiladas de los ladrillos.
En su origen, la torre carecía de escalera. La existente en la actualidad en su cara norte es fruto de alguna reforma posterior.
Visitas: libre el exterior.

4.- Madrid (ciudad) Iglesia de San Nicolás de Bari (estilo románico-mudéjar)
La Iglesia de San Nicolás de Bari (o iglesia de Los Servitas) se encuentra en la Plaza de San Nicolás, 6 de Madrid y es una de las iglesias más antiguas de la ciudad.
La Iglesia de San Nicolás de Bari está nombrada en el Fuero de Madrid de 1202 como una de las parroquias de la ciudad. Actualmente es la iglesia más antigua de Madrid, tras el derribo de la iglesia de Santa María de la Almudena. Los restos arqueológicos conservados y su situación hacen pensar que pudo ser una mezquita musulmana, aunque lo más probable es que su construcción date del siglo XII, puesto que su torre, declarada monumento nacional en 1931 y situada al sur del edificio, tiene todas las características de ser un campanario mudéjar de aquella época. La nave y capillas fueron reformadas en el siglo XVII.
En la restauración del año 1805, la Iglesia de San Nicolás perdió el rango de parroquia en favor de la vecina de El Salvador por lo que el edificio quedo abandonado hasta que en 1825 fue cedido a la congregación de la Orden Tercera de Servitas, quienes restauraron y acondicionaron el templo. En 1842 debido a la demolición de la parroquia de El Salvador, retornó la parroquialidad a San Nicolás, pero en el año 1891 se volvió a trasladar a la que había sido iglesia del hospital de Antón Martín en la calle Atocha, hoy parroquia de El Salvador y San Nicolás, quedando el viejo edificio como iglesia de San Nicolás de los Servitas, nombre con el que en la actualidad se la conoce.
A finales del siglo XX se han ejecutado intervenciones destacadas, siendo la principal la realizada en 1983. En algunas de estas intervenciones se realizó la sustitución de la piedra, que debía de estar muy deteriorada, en la zona del ábside, en donde se aprecian acabados distintos a la piedra original.
Las sucesivas restauraciones que ha sufrido este edificio a lo largo de los siglos han condicionado su fisonomía actual. Levantada sobre una planta de tres naves, tiene un ábside del siglo XV, construido con piedra de cantería de pequeño tamaño procedente de afloramientos del cretácico superior, salvo la ventana que ilumina su interior que está recercada con granito. Así mismo destaca la bella armadura mudéjar que cubre la nave central y la bóveda gótica del ábside.
El elemento más interesante de este templo es, sin duda, su torre, que data del siglo XII, excepto el típico chapitel de estilo herreriano que la remata, realizado en pizarra durante el siglo XVIII. Tiene planta cuadrada y está construida con ladrillo decorada con arquerías ciegas. El ladrillo tiene unas dimensiones de 30 x 15 cm en las zonas inferiores, pero hacía la zona del campanario los ladrillos son más pequeños y de una tonalidad diferente. Esta torre corresponde posiblemente a uno de los minaretes árabes que se conservan en la ciudad. La torre fue transformada en el siglo XIV, cuando se cambió la cubierta, que posteriormente fue sustituida por el chapitel.
La Iglesia tiene dos puertas de entrada, ambas con jambas y dinteles realizados con granito. La principal es una bella portada barroca labrada en el siglo XVIII por Luis Salvador Carmona en donde aparece la imagen de San Nicolás en un relieve. Toda la fachada en que se inserta esta portada está realizada en ladrillo con una disposición y dimensiones muy diferentes al resto del edificio.
La otra es una puerta de medio punto, insertada en una fachada con zócalo de mampostería de sílex que evoluciona verticalmente a encintados de ladrillos con cajones de mampostería, que corresponde al denominado “aparejo toledano”, donde además aparece puntualmente algún mampuesto de dolomía-caliza del Terciario. Esta fachada finaliza en el nivel superior con tres ventanas y un balcón en ladrillo.
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5.- Madrid (ciudad), Iglesia de San Pedro el Viejo (estilo románico-mudéjar)
La Iglesia de san Pedro el Viejo se encuentra en la calle del Nuncio, 14 en Madrid. Está considerada como una de las iglesias más antiguas de la ciudad.
El templo actual se construyó en el siglo XIV, época a la que pertenece su torre mudéjar, sin duda su elemento arquitectónico más destacado. Ha sido objeto de varias reformas, que han alterado significativamente su aspecto primitivo. Una de las más importantes fue la realizada en el siglo XVII, mediante la cual se dotó al conjunto de un cierto aire unificado.
La parroquia de san Pedro el Viejo tiene un origen incierto. Aparece citada en el Fuero de Madrid de 1202, en referencia a una antigua edificación existente en la actual plaza de Puerta Cerrada, y se sabe que, en el siglo XIV, fue trasladada a un nuevo edificio, en su actual emplazamiento, no muy lejos de la citada plaza. Es muy posible que éste se construyera sobre la antigua mezquita del arrabal morisco de la Morería.
Inicialmente era conocida como san Pedro el Real, pero perdió esta denominación en 1891, cuando dejó de ser parroquia a favor de la iglesia de la Paloma. Esta última iglesia pasó a llamarse entonces san Pedro el Real y, para evitar confusiones, popularmente se bautizó al edificio de la calle del Nuncio como san Pedro el Viejo. Confusión que, en la práctica, nunca ha existido, ya que los madrileños designan a la iglesia de la Paloma con este nombre y no con su denominación oficial.
El edificio actual es el resultado de diferentes reformas y añadidos, que conforman una amalgama de construcciones desestructuradas e indefinidas. La torre es el único elemento que mantiene un estilo concreto, el mudéjar, y aún así no aparece en estado puro, pues está rematada con un campanario de traza herreriana. Fue erigida en ladrillo, a mediados del siglo XIV. Junto a la base de la torre, aparece una sencilla portada (actualmente sellada), que podría datar del siglo XVI.
En el interior conviven rasgos arquitectónicos del siglo XV, caso de la cabecera nervada de la nave de la epístola; del siglo XVI, como la capilla de los Luján (hoy llamada del Perpetuo Socorro); y del siglo XVII, cuando se levantaron la cabecera principal y las tres naves.
Estos últimos elementos fueron incorporados durante la reforma proyectada por el arquitecto Francisco Sanz en el año 1655, a instancias de Lorenzo Reinoso, arzobispo de Brindisi, mediante la cual se unificó arquitectónicamente el interior del templo.
En la capilla de los Luján estuvo el sepulcro de fray Antonio de Luján, obispo de Mondoñedo, mandado construir por Francisco de Luján, su hermano, que se conserva en la actualidad en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
El retablo mayor es obra de Sebastián de Benavente y data del año 1671.
En san Pedro el Viejo se guarda una de las imágenes religiosas de mayor devoción entre los católicos madrileños. La talla de Jesús el Pobre, llamado así para diferenciarlo de la imagen de Jesús de Medinaceli (que se venera en la iglesia del mismo nombre), se debe a Juan de Astorga, que la esculpió en Sevilla a finales del siglo XVIII. En 1812, fue trasladada desde la capital andaluza a su actual ubicación, como regalo de la duquesa-viuda de Santiesteban y Medinaceli, quien la conservaba en el palacio de la Casa de Pilatos.
En el interior del templo se encuentra la capilla del Cristo de las Lluvias, que tiene su origen en una tradición de la Edad Media. Según la leyenda, el repicar de las campanas conseguía desviar las tormentas y, con ello, se lograba salvaguardar las cosechas de las adversidades meteorológicas.
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6.- Madrid (ciudad), Ermita de San Pelayo y San Isidoro (estilo románico)
Fue edificado en la ciudad de Ávila y trasladado a Madrid en el siglo XIX. Se encuentra en ruinas y sólo se conservan algunos muros, la cabecera y una portada.
Está situado en el Parque del Retiro de Madrid, cerca de la confluencia de la Avda. Menéndez Pelayo y de la C. O'Donnell. La Ermita de San Pelayo y San Isidoro es un templo de estilo románico.
El templo fue fundado en Ávila, posiblemente en el primer tercio del siglo XII. Se encontraba extramuros, en la parte meridional de la ciudad, junto a la Puerta de la Maladicha. Fue construido sobre una primitiva iglesia prerrománica, consagrada a San Pelayo.
A la citada advocación se le añadió después la de San Isidoro, por haber albergado las reliquias del santo cuando fueron trasladadas desde Sevilla a León en el año 1062.
Con la desamortización de Mendizábal, la iglesia quedó en estado ruinoso. Fue adquirida entonces por Emilio Rotondo Nicolau, quien, en 1884, la vendió al Estado Español por 18.000 pesetas.
Su primer emplazamiento en Madrid fue el recinto ajardinado existente frente a la fachada principal del Museo Arqueológico Nacional, junto a las calles de Serrano y de Villanueva. La reedificación corrió a cargo del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.
Posteriormente fue cedido al Ayuntamiento de Madrid y reubicado en 1897 en su actual enclave del Parque del Retiro.
Durante su reedificación, la cabecera de la ermita fue colocada apuntando hacia el sur, en lugar de hacia el este, pauta habitual en casi todas las construcciones religiosas románicas.
Este elemento es, junto con la portada, el que reúne los mayores valores artísticos. Está integrado por un ábside semicircular que, en su origen, estuvo estructurado en tres paños, de los cuales sólo se conservan dos. Cada uno de ellos está presidido por un vano arquivoltado. Dos columnas con capiteles, decorados con diversos motivos escultóricos, dividen cada sección.
Con respecto a la portada, ésta presenta tres arquivoltas planas de medio punto, que se sostienen sobre dos pares de columnas. La ermita fue realizada en sillares rectangulares de piedra caliza.
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7.- Móstoles, Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (estilo románico-mudéjar)
La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, el edificio más antiguo de Móstoles, guarda dos importantes muestras de arte mudéjar, que los expertos datan en los siglos XII y XIII: la torre y el ábside.
Ambos elementos consiguieron salvarse de las dos desafortunadas reformas de las que fue objeto el templo en el siglo XX. Estas remodelaciones, especialmente la segunda, significaron la práctica desaparición de las tres naves inicialmente construidas y su sustitución por un gran espacio interior, que quedó cubierto por una única bóveda.
El ábside sigue las pautas estilísticas del mudéjar toledano, aunque se observan rasgos del románico tardío del siglo XIII. Por esta razón, se ha fechado su origen en este siglo, a diferencia de la torre, que podría ser anterior. Se trata de un semitambor, con basamento de mampostería encintada, y seccionado en dos cuerpos de arcos ciegos de herradura apuntada, enmarcados por alfiz. La estructura se remata con una fila de canecillos.
Con respecto a la torre, probablemente fue erigida en el siglo XII. Mide 26 metros de altura y presenta planta cuadrangular. Combina en su fábrica el ladrillo y el mampuesto. En su parte superior, se encuentra el campanario, que se apoya en ocho arcos de medio punto, dos por cada una de las cuatro caras.
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8.- Pelayos de la Presa, Monasterio de Sª Mª la Real de Valdeiglesias (estilo románico)
El monasterio actualmente se encuentra en ruinas. El origen del monasterio se pierde en los tiempos del rey Alfonso VII. En sus partidas de caza por la zona, se quedó admirado por la vida monástica que existía en sus numerosas ermitas. Por ello donó el valle al abad don Guillermo y a todos sus monjes para que fundasen un monasterio benedictino.
Las primeras referencias históricas se encuentran en los “Anales cistercienses” del fraile Ángel Manrique que cita como fecha de fundación el año 1.148, aunque su ratificación como Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias se encuentra en “Privilegio Real” fechado en Toledo el 30 de noviembre de 1.150 por el que ordenaba y protegía la agrupación de varios eremitorios que existían en el valle.
Desde su incorporación a la orden del Cister en 1.177 reinando ya Alfonso VIII, se convirtió en un foco de desarrollo de la zona, apoyando su repoblación e introduciendo el cultivo de la vid que todavía continua. Sus edificios s fueron ampliando y hoy todavía podemos contemplar excelentes restos como su ábside románico, su claustro gótico, o su hospedería renacentista.
En los siglos siguientes las piedras del Monasterio fueron testigo de las pugnas entre los nobles y los abades por su control debido a su creciente importancia económica y social, ratificada por numerosos Privilegios Reales concedidos por los reyes desde Alfonso VIII a Felipe IV.
Pero todo cambió en 1.836 a raíz de la desamortización de Mendizábal que supuso el paso del Monasterio a manos privadas. Su rico patrimonio fue dispersado: parte de las pinturas del retablo renacentista pintado por Juan Correa de Vivar se conserva en los fondos del Museo del Prado, sus anales y documentos se han encontrado hasta en Nueva York y el mobiliario se repartió por otras iglesias y monasterios.
Mejor suerte ha tenido la sillería del coro. Fue esculpida en madera de nogal por Rafael de León entre 1567 y 1571. Tras la desamortización, se pensó en colocarlo en la recién construida iglesia de los Jerónimos de Madrid. Pero un incendio ocurrido en la catedral de Murcia hizo que la reina Isabel II se lo regalase al obispado de esta ciudad. A día de hoy puede contemplarse en la catedral de Murcia.
El abandono del edificio supuso su ruina progresiva, agravada por un incendio ocurrido a finales del siglo XIX.
Los sucesivos propietarios no han tenido escrúpulos en llevarse imágenes, portadas, arcos o columnas que hoy están localizadas en casas y fincas particulares. También fue utilizado como cantera, corral, plató de cine, incluso en los años setenta del pasado siglo se construyó una bodega en el ala sur. Así se fue deteriorando este Monasterio hasta que tuvo la suerte de encontrarse con el arquitecto Mariano García Benito.
En su lucha por salvar el monasterio, Mariano ha llevado a cabo varias iniciativas de protección y reconstrucción. La protección se inició cerrando la finca para frenar el deterioro derivado de visitas incontroladas. Recuerdo como en los primeros años de su aventura, nos pedía a los visitantes que le ayudásemos a mover los cascotes de los numerosos derrumbes padecidos a lo largo de los últimos 150 años.
Era una modesta colaboración para recuperar piedras singulares que después se han ido recolocando en su lugar. Pero sobre todo era una manera cariñosa de reprobar a los nativos de la zona su desidia por haber consentido el abandono y el expolio al que fue sometido el monasterio por los sucesivos propietarios.
Paralelamente inició los trámites para su protección oficial y por un Real Decreto publicado el 23 de noviembre de 1983 el Monasterio es declarado monumento histórico-artístico nacional, logrando así su máxima protección. Y para protegerle también de posible intereses especulativos consiguió que las oportunas ordenanzas municipales excluyeran al Monasterio y su finca del polígono urbanizables en el que estaban incluido.
Finalmente el 12 de marzo de 2004 el pueblo de Pelayos de la Presa pasó a ser dueño del Monasterio, constituyéndose la Fundación Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias regida por un patronato municipal que se encargará de continuar las tareas de protección y reconstrucción. En estos años, Mariano ha ido consiguiendo fondos que han permitido el desescombro total del recinto monacal, el reforzamiento del ábside románico, la contención del derrumbe en el coro gótico y la reconstrucción de la torre. Actualmente está en obras la reconstrucción de una capilla mozárabe.
El citado arquitecto, también se ha preocupado por la recopilación documental. Ha localizado buena parte de los anales, tumbos y otros documentos, y ha dirigido tesis doctorales para realizar toda la planimetría
Visitas: libre el exterior.

9.- Prádena del Rincón, Iglesia de Santo Domingo de Silos (estilo románico-mudéjar)
Es el edificio más importante de Prádena de estilo románico y mudéjar del siglo XIII, se trata de un edifico de mampostería con sillares, vanos, de una sola nave rectangular, un ábside semicircular de fábrica de sillarejo y una torre adosada.
La iglesia de Prádena del Rincón pertenece a un conjunto de edificios religiosos menores próximos a Buitrago. De una sola nave, la iglesia se articula en planta alrededor de su eje. El elemento más importante es el ábside semicilíndrico al exterior, cubierto por una bóveda de horno y abierto a la nave central por medio de arcos de diafragma, de diferente altura, de tal modo que el que tiene la clave más baja, comunica el conjunto del ábside y el presbítero con el resto de la nave. Su cubierta es de teja y el alero se forma con canecillos de piedra. La cabecera de la iglesia se cubre con bóveda de horno y bóveda apuntada, el resto de la única nave se cubre con un techo en forma de artesa, con sendos tirantes y cuadrales en el encuentro con la cabecera. Al exterior, la cubierta se remata con teja árabe a dos aguas.
Es una de las iglesias más interesantes y mejor conservadas de la zona. Su construcción se cree que debió coincidir con la época de la reconquista del Reino de Toledo en el año 1085.
Su estilo predominante es el románico-mudéjar con incorporaciones arquitectónicas a lo largo de su historia.
La iglesia posee una nave y dos pórticos abiertos, uno al norte de estilo mudéjar (actualmente restaurado), y otro al sur construido en el año 1528, por el cual se accede al templo.
Tiene una gruesa torre, donde se sitúa el campanario, que se levanta sobre el gran ábside románico de tambor. Es la única iglesia de toda la comarca que tiene su campanario descansando sobre su capilla mayor.
En su interior, un arco de sillería ligeramente apuntado, divide el altar del resto de la nave.
El altar está cubierto por una bóveda de cañón apuntado y la nave por una cubierta de madera con tirantas, a cuyos pies se encuentra el coro. Desde el altar se accede a la torre que alberga el campanario.
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10.- Talamanca de Jarama, Iglesia de San Juan Bautista (estilo románico)
La Iglesia de san Juan Bautista está localizada en el municipio de Talamanca de Jarama, en la parte septentrional de la Comunidad de Madrid. Es la parroquia del citado municipio y depende eclesiásticamente de la Diócesis de Alcalá de Henares. La construcción integra diferentes estilos arquitectónicos, entre ellos el románico, presente en su ábside y en otros elementos del interior.
Fue levantada a finales del siglo XII o a principios del XIII en estilo románico. Del edificio original, se conserva sin transformaciones el ábside, sin duda el elemento de mayor interés artístico del conjunto, mientras que el cuerpo principal fue demolido en el siglo XVI y reconstruido siguiendo los gustos renacentistas de la época.
Se trata de una de las cinco iglesias que llegó a tener la villa de Talamanca de Jarama durante la Edad Media y la única que ha llegado íntegra a nuestros días. Las de Santa María de la Almudena, San Miguel y Santiago han desaparecido y de la de Los Milagros solamente se mantienen en pie el ábside y el presbiterio, realizados en estilo románico-mudéjar.
La Iglesia de san Juan Bautista estuvo adscrita en el medievo al Arzobispado de Toledo, al que quedó vinculada la villa de Talamanca de Jarama tras la conquista cristiana de la actual Comunidad de Madrid. Pese a ello, su ábside refleja una clara influencia del románico segoviano, corriente que penetró fácilmente en la localidad, dada su situación en la vertiente meridional de la Sierra de Guadarrama, en la zona de influencia de la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia.
El templo presenta un cuerpo principal de tres naves, un ábside en la cabecera y torre adosada.
El cuerpo principal es renacentista. En los materiales de construcción, se combina mampostería, ladrillo y sillares de caliza, estos últimos sólo instalados en los esquinales y en la portada de poniente. Las cubiertas son de teja curva.
La citada portada presenta un sobrio aspecto clasicista, en la línea herreriana. Está conformada por un arco de medio punto, sobre el que hay instalado un frontón con hornacina, y está flanqueada a ambos lados por columnas. Existe otro acceso en la cara meridional, que se cubre con tejadillo, soportado por dos columnas.
Es posible que el templo primitivo constara de una única nave. En la reconstrucción efectuada en el siglo XVI, el cuerpo principal quedó estructurado en tres, separadas entre sí mediante dos arcos carpanales de gran luz.
El techo está integrado por un artesonado de estilo mudéjar, hecho en madera. En el interior del cuerpo principal, se conservan dos pilas de agua bendita del siglo XV y una estela sepulcral romana.
El ábside es semicircular y está construido en sillares rectangulares de piedra de caliza. Sus características arquitectónicas remiten inequívocamente a las pautas que triunfaron en los siglos XII y XIII en la ciudad de Segovia y en las comarcas aledañas.
El románico segoviano se aprecia principalmente en la disposición vertical y horizontal de los muros, así como en los elementos ornamentales. El exterior de la estructura aparece dividido en cinco paños, mediante cuatro gruesas columnas, que parten de sus respectivos plintos y llegan hasta el alero. Una línea de imposta anilla el contorno por la base, añadiendo un elemento de horizontalidad al conjunto.
Desde el punto decorativo, el ábside presenta cornisas profusamente ornamentadas, soportadas mediante canecillos esculpidos, en los que se representan bestias mitológicas, como arpías y dragones. Entre los mismos se intercalan metopas con motivos geométricos y vegetales, en la línea de los templos románicos segovianos.
La estructuración de los ventanales también se inspira en el citado estilo. Se abren en el paño central y en los laterales y quedan configurados por arcos de medio punto, coronados por arquivoltas planas con guardapolvos lisos. Éstas descansan sobre columnillas con capiteles, labrados con relieves de inspiración vegetal.
En lo que respecta al interior, éste se corresponde con una fase tardía del románico, cuando comenzaron a difundirse los avances arquitectónicos cistercienses. Aspecto que se observa principalmente en el abovedamiento, consistente en una bóveda de horno, reforzada por seis nervios, que se apoyan en columnas adosadas a los muros.
Dentro del ábside se guarda una pila bautismal, posiblemente del siglo XIII, decorada con gajos y friso entrelazado. También se conservan restos de yeserías mudéjares y una talla de la Virgen de la Fuensanta, réplica de la escultura románica desaparecida durante la Guerra Civil.
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11.- Talamanca de Jarama, Ábside de los Milagros (estilo románico-mudéjar)
El Ábside de los Milagros (o El Morabito), es el único resto que se conserva de una iglesia construida a mediados del siglo XIII en el municipio de Talamanca de Jarama (Madrid). Está edificado según las pautas arquitectónicas del mudéjar castellano-leonés, también llamado románico de ladrillo o románico-mudéjar, que, desde la provincia de León, se expandió, a lo largo del citado siglo, por las provincias de Zamora, Salamanca, Valladolid, Palencia, Ávila y Segovia, llegando a alcanzar a la Comunidad de Madrid y también a la provincia de Guadalajara.
La estructura que ha llegado hasta nuestros días fue levantada a mediados del siglo XIII, durante una de las épocas de mayor prosperidad económica y auge constructivo en la historia de Talamanca de Jarama.
La posición estratégica de la localidad en el Valle del río Jarama, en las inmediaciones de los pasos de montaña que cruzan la Sierra de Guadarrama, convirtió a Talamanca en un lugar relevante dentro del territorio dependiente del Arzobispado de Toledo, al que estuvo adscrito durante la Edad Media. Llegó a ser cabeza de jurisdicción eclesiástica y civil de una extensa comarca.
A esta época corresponden también las murallas de la villa, de las que hay constancia histórica desde principios del siglo XII, y la Iglesia de san Juan Bautista, del siglo XII o XIII.
Diferentes excavaciones arqueológicas realizadas en la Plaza de la Constitución de Talamanca de Jarama, donde se halla el ábside, ponen de manifiesto que el lugar estuvo habitado desde la época prerromana y que existió un asentamiento estable durante la ocupación romana de la Península Ibérica.
La aparición de cascos de barro saguntinos en uno de los esquinales del monumento hace pensar que, en su construcción, se aprovecharon materiales de edificios anteriores, correspondientes al periodo romano o tardo-romano.
En las citadas excavaciones también se hallaron vestigios de un ábside de menor tamaño, sepulcros realizados en ladrillo y distintos silos, anteriores al siglo XIII, con lo que cabe suponer que existió un templo anterior sobre el solar que actualmente ocupa el ábside.
Se trata de una construcción semicircular, que presenta un tramo recto en su parte delantera, correspondiente al presbiterio del primitivo templo religioso. Una bóveda de horno cubre el ábside propiamente dicho, mientras que el cuerpo recto presenta bóveda de cañón. Los materiales empleados en la fábrica son cantos rodados, dispuestos en mampostería y revestidos con ladrillos, y la piedra de granito, aunque secundariamente.
El elemento arquitectónico de mayor interés histórico-artístico del edificio son las arcadas ciegas y dobladas, distribuidas en tres alturas, con las que se decora el exterior. Los arcos se suceden alternativamente, apoyándose los superiores sobre la clave de los inferiores, rasgo muy común en los edificios románico-mudéjares.
En lo que respecta al interior de la estructura, ésta se ilumina mediante tres vanos, formados por arcos de medio punto. Uno de ellos ha sido cegado y su lugar lo ocupa una hornacina renacentista.
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12.- Talamanca de Jarama, Puente Romano
El Puente Romano de Talamanca de Jarama se encuentra a unos 500 m. del casco urbano del mencionado municipio de la Comunidad de Madrid. Se alzaba sobre las aguas del río Jarama, pero hace algún tiempo, el cauce de este río, fue desviado hacia el este de su emplazamiento original.
El puente tiene un origen romano, según señalan varios estudios petrológicos. Sin embargo, su aspecto actual corresponde a distintas transformaciones realizadas a lo largo de la Edad Media y en el siglo XVI. Se tiene constancia de diferentes remodelaciones o reconstrucciones emprendidas por el Arzobispado de Toledo, a partir de 1091, año en el que tomó jurisdicción de las tierras de Talamanca de Jarama. Las reformas más documentadas datan del siglo XVI, según reza una inscripción conmemorativa instalada en una de las enjutas del arco principal, y del siglo XX, cuando fue restaurado, tal y como se indica en una placa del año 1973, situada en la embocadura meridional.
El puente cumplió una función defensiva clave entre los siglos IX y X, durante la dominación islámica de la parte central de la Península Ibérica, conocida como Marca Media. Se trataba de una zona fronteriza, sobre la que la población musulmana articuló un sistema defensivo formado por distintas atalayas, ciudadelas y caminos militares, que permitían hacer frente a las incursiones de los reinos cristianos del norte peninsular.
Es muy probable que la primitiva estructura romana fuera reconstruida o reformada por los musulmanes para integrarla dentro de una ruta militar, que comunicaba diferentes fortificaciones situadas entre Talamanca de Jarama y el Valle del Tiétar.
Los puentes del Grajal (Colmenar Viejo), sobre el Manzanares; de La Alcanzorla (Galapagar), sobre el Guadarrama; del Pasadero (Navalagamella), sobre el Perales; y de San Juan (Pelayos de la Presa), sobre el Alberche, eran otras obras de ingeniería de este camino defensivo. Todos ellos se conservan, si bien, este último, se encuentra muy alterado con respecto a su trazado original.
Con la conquista cristiana de la Marca Media, a principios del siglo XI, el puente perdió su función militar y se convirtió en un paso obligado en la ruta hacia Toledo desde la Sub-meseta Norte, a través del puerto de Somosierra. Constituyó una fuente de ingresos muy notable para el Arzobispado de Toledo, al que quedaron adscritas las tierras septentrionales de la actual provincia de Madrid, que impuso derechos de pontazgo a todo viandante, caballería o ganadería que cruzase el puente.
El Puente Romano de Talamanca de Jarama está orientado de norte a sur. Consta de cinco arcos rebajados y escarzanos, que se distribuyen irregularmente. De todos ellos, destaca por sus dimensiones el situado en la parte más meridional, con 17,9 m de luz y 6 m de flecha, medidas que contrastan con las de los cuatro arcos restantes, cuyo ancho oscila entre los 7,9 y los 8,6 m y con una flecha entre 2,45 y 3,25 m.
El puente combina sillería de piedra caliza, localizada en los arcos, enjutas y tajamares, y mampostería de cantos rodados, en la parte superior y en las embocaduras. Integra tajamares a ambos lados; todos ellos son de forma triangular, excepto el primero del lado meridional, que es trapezoidal.
Las diferentes remodelaciones y reconstrucciones de las que el puente ha sido objeto desde la Edad Media se aprecian en las marcas de cantero que presentan algunos de sus sillares, un rasgo muy característico de las construcciones medievales.
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13.- Valdilecha, Iglesia de San Martín Obispo (estilo románico-mudéjar)
La Iglesia Parroquial San Martin fué construida en el siglo XIII, de estilo gótico-mudéjar, siendo uno de los pocos ejemplos de este estilo arquitectónico que quedan en nuestra Comunidad.
Ya hemos avanzado que dicha primitiva iglesia se construye en dependencia de modelos arquitectónicos del mudéjar toledano. Es en especial la antigua mezquita y luego ermita del Cristo de la Luz la obra que parece ser más influyente en la modelación del ábside de nuestra iglesia. La piedra, en combinación con el ladrillo, son los dos materiales que aquí se utilizan.
El exterior del ábside -que está orientado el este- puede admirarse bien desde el atrio de la iglesia y desde la calle Fray Luis, y nos muestra en su centro una ventana estrecha, de las llamadas saeteras, que se ha beneficiado considerablemente de la restauración (por cierto, premio Nacional)de que fue objeto el monumento a fines de los años 70 y que se muestra rodeada de un triple arco: el interior o marco de la ventana es un mínimo arco de medio punto, el medieval es de herradura ojival, y el exterior es de herradura ojival lobulado, estando el conjunto a su vez rodeado de un marco de ladrillos.
Otra ventana exactamente igual a ésta puede verse en el lateral meridional del ábside, y una tercera, idéntica, existía en el primitivo edificio, que ahora ya no puede verse, porque ese lateral septentrional del ábside está oculto por la adición del edificio de la sacristía. El color ocre pálido de los ladrillos contrasta armónicamente con el blanco grisáceo de la caliza. Bajo el tejado corre una cornisa de ladrillo con salientes escalonados; y, más abajo, el adorno de una línea de esquinillas para intercalar un saliente cuadrangular. El espectador atento podrá distinguir en una de las piedras trazada una cruz griega, signo que probablemente formaba parte de un primitivo Vía Crucis.
Aún en la subsiguiente pared meridional, en el exterior del ante-ábside, se conservan dos ventanas pequeñas de medio punto, en ladrillo, que correspondían al primitivo mudéjar.
Lo interesante son las pinturas al fresco que decoran el interior del ábside, sólo parcialmente conservadas y conocidas a raíz de un fortuito descubrimiento a mediados de los setenta y de su posterior restauración.
Muestra la decoración pictórica en su parte alta, a saber, en la bóveda, la figura del Pantocrátor o Cristo sentado en un gran sillón y encerrado en la mandorla u óvalo almendrado. Se ha perdido la parte superior y sólo pueden verse con nitidez la parte de la piernas, cubiertas por una túnica rojiza y por un manto blanco, y los pies descalzos; alrededor de Cristo y dentro aún de la mandorla destaca el cielo azul salpicado de estrellas y planetas diminutos.
A los lados del Pantocrátor y rozando su mandorla, se conservan en la parte inferior del mismo, aunque incompletas, las figuras simbólicas de los evangelistas San Marcos (el león alado en la parte inferior izquierda) y San Lucas (el toro alado: en la parte inferior derecha). Por arriba, en la parte derecha, aún quedan restos del águila, símbolo de San Juan, pero apenas nada puede verse del símbolo de San Mateo, el ángel. Dos ángeles, sin embargo, bordean la escena a derecha e izquierda de los que se han conservado una buena parte, especialmente del que se sitúa a la derecha del conjunto, con la curiosidad de las babuchas negras que calzan sus pies.
Más abajo de la bóveda corre, rodeando a ambos lados la ventana central, que es de medio punto, una sucesión de arcos ciegos de herradura ojivales, que son marcos en cuyo interior quedan débiles restos de la representación de un apostolado (sin duda incompleto, pues sólo hay 8 arcos, cuatro a cada lado de la ventana central). Tiene cada apóstol en la parte superior escrito su nombre en latín y se pueden aún leer los de Pedro, Pablo, Andrés y Simón. Las figuras elevan su mirada hacia arriba, hacia el Cristo de la bóveda.
En la parte inferior, de la que no quedan rastros pictóricos ningunos, corre un friso de arcos de medio punto entrelazados. Las paredes que prolongan el ábside hacia la nave central (ante-ábside) muestran también haber estado pintadas, y de dichas pinturas queda algún que otro no desdeñable vestigio.
Esa nave central era la única que constituía el primitivo templo, ampliado en el siglo XVII con la nave septentrional, la sacristía, el coro a los pies de la iglesia y la nueva torre, que sustituiría a la del antiguo templo. Con posterioridad se construyó la actual nave meridional.
Lo que hoy es atrio era entonces, según se acostumbraba, el cementerio, situado detrás de la iglesia porque la entrada principal estaba por el lado norte.
Las excavaciones realizadas como colofón de la restauración en el suelo del ábside de la iglesia han distinguido diferentes pisos en el mismo y han descubierto también enterramientos en las zonas laterales. Todo lo cual puede contemplarse ahora, puesto que se ha dejado al descubierto para tal fin.
Entre las imágenes que alberga la iglesia en la actualidad destaca por su antigüedad el Cristo crucificado que preside el altar, maravillosa talla del siglo XVII.
Además del edificio de la iglesia, hay que constar como monumento de una cierta antigüedad e importancia con la ermita de la Virgen de la Oliva, que parece remontar en su estado actual al XVIII, pero en cuyo lugar existía ya previamente otra construcción que cumplía la misma función (ya en el XVI tenemos de ella testimonio).
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