En la Comunidad de Madrid hay contados edificios góticos. Concretamente y por orden alfabético, estos son los lugares donde hay algún edificio religioso gótico:
Colmenar Viejo, Madrid (ciudad), Rascafría y Torrelaguna.
En Colmenar Viejo la Iglesia de Nª Sª de la Asunción, en Madrid la Iglesia de los Jerónimos, en Rascafría el Monasterio de Nª Sª de El Paular y en Torrelaguna la Iglesia de Sª Mª Magdalena.
1.- Colmenar Viejo, Basílica de Nª Sª de la Asunción (estilo gótico)
La Basílica de la Asunción de Nuestra Señora de Colmenar Viejo es un templo gótico con un impresionante campanario y un magnífico retablo mayor, datado en 1574, del renacimiento plateresco y policromado, de Sánchez Coello, en el que destaca la figura de la Virgen María, representándose en el centro su Asunción a los cielos.
La iglesia fue levantada en el siglo XV, bajo el patronazgo de los Mendoza, señores de Colmenar Viejo y del Real de Manzanares, por el arquitecto de los Reyes Católicos, Juan Guas.
De esta magnífica obra también hay que destacar la torre, obra de Rodrigo Gil de Hontañón, del 1530, con varios cuerpos de piedra de sillería, rematado con un chapitel octogonal de piedra caliza y con pináculos y gárgolas en sus ángulos, las bóvedas de crucería, el coro y la escalinata del mismo, construida a finales del siglo XVI.
La torre, en el lado sur, domina el pueblo con sus más de 50 m de altura. A diferencia del resto de la construcción la sillería está bien labrada.
En el interior del templo también se puede admirar una interesante muestra de pintura y escultura renacentista, con obras de Sánchez Coello, Diego de Urbina y Alonso Berruguete, entre otros, así como otras obras de estilos barroco y rococó.
Además de la belleza que se puede admirar en el interior de la Basílica, hay que destacar la gran sonoridad gracias a la cual se pueden realizar conciertos de música clásica.
Es el centro de la vida religiosa católica de Colmenar Viejo ya que ha sido su iglesia parroquial, bajo la advocación de Nuestra Señora Santa María, titularidad que cambiaría a Asunción de Nuestra Señora en la segunda mitad del siglo XVI. En la actualidad, está considerada Basílica.
En 1649 un rayo destruyó el chapitel, parte de la torre y otras estancias. A partir de 1650 se empieza a restaurar, terminándose en 1656.
De 1999 a 2000 se restaura la torre de la basílica, con actuaciones como la reposición de un rosetón perdido en fecha indefinida y la rehabilitación de las salas interiores y, especialmente, de la sala del reloj. Entre los años 2000 y 2001 fue restaurado el cuerpo de campanas.
En 2003 se continúa con la restauración de la torre, procediéndose a la consolidación de la misma cosiendo las fachadas. En los mismos trabajos se restauraron parte de las gárgolas y la cornisa.
Visitas: telf. 91 845 7270
2.- Madrid (ciudad), Iglesia de los Jerónimos (estilo gótico)
Iglesia de San Jerónimo el Real (o Los Jerónimos), fue uno de los conventos más importantes de Madrid. Junto a él existía el llamado Cuarto Real, luego ampliado como Palacio del Buen Retiro en tiempos de Felipe IV.
Del convento subsisten actualmente la iglesia y un claustro, a espaldas del Museo del Prado. El claustro sufrió un progresivo deterioro a lo largo del siglo XIX y tras un acuerdo con las autoridades eclesiásticas, fue recuperado e incorporado al Museo del Prado como parte de la ampliación diseñada por el arquitecto Rafael Moneo. Por su actual aspecto exterior, el claustro se conoce popularmente como «El cubo de Moneo».
Si bien anteriormente Enrique IV el Impotente había ya mandado construir otro Monasterio de Jerónimos a orillas del río Manzanares en 1463, y poco después, en 1470 había dotado a la congregación de prebendas y privilegios para recaudar impuestos, es algo después a finales del siglo XV cuando los Reyes Católicos ordenan la construcción en Madrid de un monasterio de frailes jerónimos que sirviera de aposento a la Familia Real en sus estancias en la villa. Este monasterio de San Jerónimo se realizó en estilo gótico tardío con influencias renacentistas.
En el siglo XVI, Felipe II amplía el llamado Cuarto Real, unos aposentos destinados al alojamiento de los monarcas y que sería germen del futuro Palacio del Buen Retiro que crecería junto a San Jerónimo «el Real». El Cuarto Real estaba junto al lado del Evangelio del presbiterio, de tal suerte que el rey podía escuchar misa desde su dormitorio, costumbre que también es patente en el diseño y distribución del Monasterio de El Escorial.
Durante la invasión napoleónica de 1808, el monasterio y el Palacio del Buen Retiro quedaron gravemente dañados por el ejército invasor. Como consecuencia de ésto y en afán de mantener lo que quedaba, Fernando VII convierte el monasterio en cuartel de Artillería. Años después, don Francisco de Asís, consorte de Isabel II ordena a Narciso Pascual y Colomer la restauración de la iglesia, fruto de la cual son las torres de su cabecera, que flanquean el ábside. El complejo palaciego del Buen Retiro corrió peor suerte: sufrió tales daños que se demolió, a excepción del Casón del Buen Retiro y el Salón de Reinos.
Posteriormente, en 1878 se cede el templo al Arzobispado, que emprende nuevas reformas que lo dotarán de su aspecto actual, y en las que el interior será completamente remodelado eliminándose las tribunas del siglo XVI.
En las últimas décadas, la iglesia y el vecino claustro contrastaban por su dispar estado de conservación. La escalinata del templo presentaba un buen aspecto, pero el edificio acusaba el paso del tiempo; peor era la situación del claustro, cuyos muros perimetrales se habían desmoronado parcialmente, dejando al descubierto las columnas del interior. La maleza crecía entre las ruinas, una situación incomprensible para una de las zonas urbanas de Madrid más ilustres y más protegidas por la legislación.
Al barajarse la necesaria ampliación del Museo del Prado, se recuperaba el solar del claustro, que quedaba conectado con la sede principal del museo de forma subterránea. Con esta intervención, el edificio principal del Prado (erigido en el siglo XVIII por Juan de Villanueva) no sufría la más mínima alteración y la ampliación hacia los Jerónimos permitía cubrir el desnivel entre el Paseo del Prado y la calle Ruiz de Alarcón.
El Ministerio de Cultura y la Iglesia de Madrid llegaron a un acuerdo, por el que el claustro (propiedad de ésta) pasaba a manos del Prado, a cambio de la construcción de una casa rectoral anexa (diseñada por otro arquitecto) y el remozamiento de las fachadas del templo.
Para la recuperación del claustro, se desmontaron una a una las piedras de sus dos pisos de galerías. Estos bloques fueron numerados y trasladados para su limpieza a las afueras de la ciudad. Paralelamente, el solar del claustro fue excavado y vaciado, y quedaba conectado subterráneamente con el nuevo atrio o recibidor pensado por Rafael Moneo a espaldas del edificio principal del Prado.
Culminada la obra, el claustro mantenía su patio interior, con sus arcos y columnas originales, y recuperaba su volumen exterior en forma de cubo, a lo que debe su nombre popular. Se utilizó ladrillo rojo para las fachadas, a fin de que entonaran mejor con los edificios circundantes. Interiormente, el elemento más novedoso es un lucernario que atraviesa el edificio, desde el claustro hasta las plantas subterráneas dedicadas a exposiciones.
Visitas: Laborables: 10:00 - 13:00 y 17:00 - 20:30 h., Festivos: 9:30 - 14:30 y 17:30 - 20:30 h., Telf. 91 420 35 78
3.- Rascafría, Monasterio de Sª Mª de El Paular (estilo gótico)
El Real Monasterio de Santa María de El Paular fue durante 450 años un monasterio cartujo, desde su fundación en 1390. Actualmente, desde 1954, es una abadía benedictina. Está situado en el municipio de Rascafría, en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama, en la Comunidad de Madrid.
Por orden de Enrique II de Castilla las obras de construcción del cenobio cartujano dieron comienzo en 1390 y se prolongaron durante varios siglos. Fue la primera fundación de la orden de San Bruno en Castilla. La ubicación fue elegida por el monarca y, según cuenta la tradición, decidió que el monasterio fuese de la orden cartuja debido a que, durante la guerra en Francia, su ejército había incendiado un monasterio de la misma orden. Enrique II se ocupó de señalar a su hijo, que reinaría como Juan I de Castilla, el lugar exacto de la construcción, junto a una ermita que se conocía como Santa María de El Paular. Esta ermita aún sobrevive hoy aunque rebautizada como Capilla de Nuestra Señora de Montserrat.
El proyecto contaba con tres edificios: el monasterio, la iglesia y un palacio para uso y disfrute de los reyes. En sus inicios se dieron cita diferentes maestros y arquitectos como Rodrigo Alfonso, que intervino también en la Catedral de Toledo, el morisco Abderramán, a quien se debe el refectorio gótico-mudéjar y Juan Guas, responsable del atrio y la portada de la iglesia y del claustro de los monjes, que cuenta con un templete octogonal muy característico que alberga en su interior una fuente. Un siglo después, a finales del siglo XV, Juan y Rodrigo Gil de Hontañón trabajaron en El Paular. La portada de acceso al patio del Ave María en el palacio se debe a Rodrigo Gil de Hontañón.
La iglesia tomó forma final durante el reinado de Isabel la Católica (1475-1504) y es la parte más sobresaliente de todo el conjunto. La reja que separa los fieles de los monjes fue realizada por el fraile cartujo Francisco de Salamanca y es una obra maestra en su género. La sillería del coro se repuso en el año 2003 en su actual y original ubicación, que en el año 1883 había sido trasladada a la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid. Esta sillería, de madera de nogal, fue tallada en el siglo XVI por el segoviano Bartolomé Fernández, que también fue el creador de la sillería de la iglesia del monasterio de El Parral en Segovia.
Lo mejor, sin embargo, es el retablo, realizado a finales del siglo XV en alabastro policromado. Recrea una serie de 17 escenas bíblicas con un extraordinario detalle. Según parece, fue una obra ejecutada en Génova, de donde la mandó traer su donante, Juan II de Castilla, aunque otras fuentes apuntan a que fue labrado “in situ” por artistas de la escuela de Juan Guas durante la última década del siglo XV. Así podría demostrarlo la gran cantidad de desechos del mismo alabastro que el del retablo, que se arrojaron al patio de Matalobos para terraplenar determinado lugar (algunos parcialmente labrados) y que han aparecido con motivo de recientes obras. Está perfectamente conservado, y recientemente ha sido objeto de una cuidadosa limpieza, que le ha devuelto todo su esplendor. En la actualidad, para separar en la nave de la iglesia las partes antes reservadas a monjes y a conversos, se han instalado dos grandes pinturas de Luis Feito (Madrid, 1929) que despegan, tal vez, del entorno.
Durante los primeros cuatro siglos y medio, la cartuja alcanzó un importante esplendor económico y cultural y se convirtió en una de las más poderosas de toda Europa. Ejemplo de ello fue el hecho de que, en 1515, costeó la construcción de la cartuja de Granada. Además, de su molino de pasta para fabricar papel, el primero que existió en Castilla, salió el papel que se utilizó para imprimir la edición príncipe de la primera parte de El Quijote.
En 1835 la desamortización de Mendizábal afectó de lleno al monasterio y la orden Cartuja fue exclaustrada. Buena parte de las obras de arte que el monasterio contenía se perdieron entonces, como, por ejemplo, los retablos y altares que decoraban las paredes de la iglesia y los miles de libros que albergaba su magnífica biblioteca. Ya sin monjes que ocupasen el claustro, en 1876, poco después de que Alfonso XII ascendiese al trono, el gobierno declaró al Real Monasterio de Santa María de El Paular como Monumento Nacional, lo que, probablemente, salvó al edificio de la ruina total. En 1918, la Dirección General de Bellas Artes creó la "Escuela de Pintores del Paular", que becaba la estancia de pintores durante los meses de verano en las antiguas celdas. Por entonces, esas celdas medio derruidas cobijan en verano también a hombres como el historiador Ramón Menéndez Pidal o el poeta Enrique de Mesa, y el monasterio comienza a ser el centro neurálgico de la actividad científica y montañera de los hombres de la Institución Libre de Enseñanza, fundada por Francisco Giner de los Ríos. Y al calor de ésta, en 1913 se funda la Real Sociedad de Alpinismo Peñalara, que hará de la torre entonces desmochada del Paular emblema de su revista mensual. Durante la guerra civil, Rascafría y el Paular fueron ocupados por tropas del ejército republicano, que quemaron la iglesia del pueblo (como las de todos los pueblos del valle del Lozoya) y destrozaron lo poco que quedaba en la cartuja. Así, en el jardín del claustro existe un sepulcro de piedra con cubierta a dos aguas, que contenía los restos del obispo de Segovia don Melchor de Moscoso, que lo fue hasta su muerte en 1632, sepulcro que fue destapado y saqueado. Pasada la guerra, y sumido ya en el abandono, en 1954 el Gobierno del general Franco cedió el monasterio en usufructo vitalicio a la orden benedictina (en la escritura de cesión a los benedictinos se dice textualmente “al no haberse podido hacer cargo de ella la orden de los cartujos”). Y según ello, vinieron doce monjes procedentes de la abadía de Valvanera, en La Rioja, queriendo hacer del Paular un centro de expansión de religiosidad y de cultura desde el espinazo de España. Comienza entonces un plan de restauraciones que continúa en la actualidad. Ocho monjes de la orden de San Benito mantienen hoy vivo el viejo cenobio. De gran valor es también El Transparente, capilla barroca que acoge el Sagrario y luce una recargada decoración a base de mármoles, columnas salomónicas, pilastras prismáticas y numerosas estatuas. Está compuesto por dos estancias escalonadas detrás del ábside.
En la actualidad los monjes siguen ocupando una parte del monasterio, la que queda a la izquierda de la iglesia. El palacio se reconvirtió en un hotel regentado por la cadena norteamericana Sheraton. Frente al monasterio se encuentra el Arboreto Giner de los Ríos y el Puente del Perdón, construido en el siglo XVIII, que salva el curso del río Lozoya. El entorno de El Paular es privilegiado desde un punto de vista natural. Al hecho de estar rodeado por montañas que superan los 2.000 metros de altura, se suma la generosa vegetación que tapiza el fondo del valle, compuesta por árboles de hoja caduca tales como robles, fresnos o álamos.
Visitas: lunes a sábados 12:00 h., 13:00 h. y 17:00 h. (los jueves no hay visita a las 17:00 h.).
Domingos (invierno) 13:00 h., 16:00 h. y 17:00 h.
Domingos (verano) 13:00 h., 17:00 h. y 18:00 h.
Tel. 91 869 14 25
4.- Torrelaguna, Iglesia de Sª Mª Magdalena (estilo gótico)
La iglesia parroquial de Sª Mª Magdalena en la localidad de Torrelaguna en la Comunidad de Madrid, es un edificio de estilo gótico construido en el siglo XIV, es uno de los más importantes edificios del gótico en Madrid.
Comenzó a edificarse bajo su forma actual en el siglo XV, continuando las obras durante toda la centuria siguiente, rematada ésta por el cardenal Cisneros, natural de esta villa. Tiene planta basilical de tres naves de cinco tramos y cabecera con tres ábsides poligonales. Las bóvedas son de crucería con nervio espinazo tanto longitudinal como transversal (al estilo burgalés).
Se empezó a edificar, sustituyendo la anterior románica, a comienzos del siglo XV y fue finalizada en el siglo XVI. Las bóvedas son de crucería gótica que son sostenidas por una serie de arbotantes apoyados en contrafuertes entre los que se abren las diferentes capillas en cuyo interior hay retablos destacables.
La torre es del siglo XV y se debe al maestro Juan Campero que fue contratado por el Cardenal Cisneros. Tiene tres cuerpos y un chapitel. En el tercer cuerpo se hallan los escudos de la villa y de Cisneros.
La portada de la Resurrección, del siglo XVI mezcla el gótico-mudéjar con el Renacimiento. Los autores del conjunto fueron Juan de Cisniega y Juan Calderón y fue financiado por el Arzobispo Fonseca que dejó en ella su escudo de armas.
Los retablos son barrocos y platerescos. Entre ellos destaca el retablo mayor, plateresco, obra de Narciso Tomé.
La portada occidental tiene un arco carpanel y por encima una arquivolta trilobulada conopial. El tímpano lleva una figura de piedra con la Imposición de la casulla a San Ildefonso por la Virgen.
Otro elemento muy interesante de esta iglesia de Torrelaguna, como ocurre en Colmenar Viejo, es el imponente campanario que se adosa al lado norte de la fachada principal. Es una gran mole de piedra sillar realizada por el especialista de la época Juan Campero. Es de gran anchura y tiene tres cuerpos con pocos vanos, por lo que el efecto de verticalidad y esbeltez se lo confiere el conjunto de pináculos que se colocaron en las esquinas y centro de las caras. La cubierta es un chapitel de escamas pétreas.
Visitas: Telf. 91 843 00 92
Textos:Wikipedia
Ortofotos:IGN
Fotos: 1.- Propias, 2.- commons.wikimedia.org
Colmenar Viejo, Madrid (ciudad), Rascafría y Torrelaguna.
En Colmenar Viejo la Iglesia de Nª Sª de la Asunción, en Madrid la Iglesia de los Jerónimos, en Rascafría el Monasterio de Nª Sª de El Paular y en Torrelaguna la Iglesia de Sª Mª Magdalena.
1.- Colmenar Viejo, Basílica de Nª Sª de la Asunción (estilo gótico)
La Basílica de la Asunción de Nuestra Señora de Colmenar Viejo es un templo gótico con un impresionante campanario y un magnífico retablo mayor, datado en 1574, del renacimiento plateresco y policromado, de Sánchez Coello, en el que destaca la figura de la Virgen María, representándose en el centro su Asunción a los cielos.
La iglesia fue levantada en el siglo XV, bajo el patronazgo de los Mendoza, señores de Colmenar Viejo y del Real de Manzanares, por el arquitecto de los Reyes Católicos, Juan Guas.
De esta magnífica obra también hay que destacar la torre, obra de Rodrigo Gil de Hontañón, del 1530, con varios cuerpos de piedra de sillería, rematado con un chapitel octogonal de piedra caliza y con pináculos y gárgolas en sus ángulos, las bóvedas de crucería, el coro y la escalinata del mismo, construida a finales del siglo XVI.
La torre, en el lado sur, domina el pueblo con sus más de 50 m de altura. A diferencia del resto de la construcción la sillería está bien labrada.
En el interior del templo también se puede admirar una interesante muestra de pintura y escultura renacentista, con obras de Sánchez Coello, Diego de Urbina y Alonso Berruguete, entre otros, así como otras obras de estilos barroco y rococó.
Además de la belleza que se puede admirar en el interior de la Basílica, hay que destacar la gran sonoridad gracias a la cual se pueden realizar conciertos de música clásica.
Es el centro de la vida religiosa católica de Colmenar Viejo ya que ha sido su iglesia parroquial, bajo la advocación de Nuestra Señora Santa María, titularidad que cambiaría a Asunción de Nuestra Señora en la segunda mitad del siglo XVI. En la actualidad, está considerada Basílica.
En 1649 un rayo destruyó el chapitel, parte de la torre y otras estancias. A partir de 1650 se empieza a restaurar, terminándose en 1656.
De 1999 a 2000 se restaura la torre de la basílica, con actuaciones como la reposición de un rosetón perdido en fecha indefinida y la rehabilitación de las salas interiores y, especialmente, de la sala del reloj. Entre los años 2000 y 2001 fue restaurado el cuerpo de campanas.
En 2003 se continúa con la restauración de la torre, procediéndose a la consolidación de la misma cosiendo las fachadas. En los mismos trabajos se restauraron parte de las gárgolas y la cornisa.
Visitas: telf. 91 845 7270
2.- Madrid (ciudad), Iglesia de los Jerónimos (estilo gótico)
Iglesia de San Jerónimo el Real (o Los Jerónimos), fue uno de los conventos más importantes de Madrid. Junto a él existía el llamado Cuarto Real, luego ampliado como Palacio del Buen Retiro en tiempos de Felipe IV.
Del convento subsisten actualmente la iglesia y un claustro, a espaldas del Museo del Prado. El claustro sufrió un progresivo deterioro a lo largo del siglo XIX y tras un acuerdo con las autoridades eclesiásticas, fue recuperado e incorporado al Museo del Prado como parte de la ampliación diseñada por el arquitecto Rafael Moneo. Por su actual aspecto exterior, el claustro se conoce popularmente como «El cubo de Moneo».
Si bien anteriormente Enrique IV el Impotente había ya mandado construir otro Monasterio de Jerónimos a orillas del río Manzanares en 1463, y poco después, en 1470 había dotado a la congregación de prebendas y privilegios para recaudar impuestos, es algo después a finales del siglo XV cuando los Reyes Católicos ordenan la construcción en Madrid de un monasterio de frailes jerónimos que sirviera de aposento a la Familia Real en sus estancias en la villa. Este monasterio de San Jerónimo se realizó en estilo gótico tardío con influencias renacentistas.
En el siglo XVI, Felipe II amplía el llamado Cuarto Real, unos aposentos destinados al alojamiento de los monarcas y que sería germen del futuro Palacio del Buen Retiro que crecería junto a San Jerónimo «el Real». El Cuarto Real estaba junto al lado del Evangelio del presbiterio, de tal suerte que el rey podía escuchar misa desde su dormitorio, costumbre que también es patente en el diseño y distribución del Monasterio de El Escorial.
Durante la invasión napoleónica de 1808, el monasterio y el Palacio del Buen Retiro quedaron gravemente dañados por el ejército invasor. Como consecuencia de ésto y en afán de mantener lo que quedaba, Fernando VII convierte el monasterio en cuartel de Artillería. Años después, don Francisco de Asís, consorte de Isabel II ordena a Narciso Pascual y Colomer la restauración de la iglesia, fruto de la cual son las torres de su cabecera, que flanquean el ábside. El complejo palaciego del Buen Retiro corrió peor suerte: sufrió tales daños que se demolió, a excepción del Casón del Buen Retiro y el Salón de Reinos.
Posteriormente, en 1878 se cede el templo al Arzobispado, que emprende nuevas reformas que lo dotarán de su aspecto actual, y en las que el interior será completamente remodelado eliminándose las tribunas del siglo XVI.
En las últimas décadas, la iglesia y el vecino claustro contrastaban por su dispar estado de conservación. La escalinata del templo presentaba un buen aspecto, pero el edificio acusaba el paso del tiempo; peor era la situación del claustro, cuyos muros perimetrales se habían desmoronado parcialmente, dejando al descubierto las columnas del interior. La maleza crecía entre las ruinas, una situación incomprensible para una de las zonas urbanas de Madrid más ilustres y más protegidas por la legislación.
Al barajarse la necesaria ampliación del Museo del Prado, se recuperaba el solar del claustro, que quedaba conectado con la sede principal del museo de forma subterránea. Con esta intervención, el edificio principal del Prado (erigido en el siglo XVIII por Juan de Villanueva) no sufría la más mínima alteración y la ampliación hacia los Jerónimos permitía cubrir el desnivel entre el Paseo del Prado y la calle Ruiz de Alarcón.
El Ministerio de Cultura y la Iglesia de Madrid llegaron a un acuerdo, por el que el claustro (propiedad de ésta) pasaba a manos del Prado, a cambio de la construcción de una casa rectoral anexa (diseñada por otro arquitecto) y el remozamiento de las fachadas del templo.
Para la recuperación del claustro, se desmontaron una a una las piedras de sus dos pisos de galerías. Estos bloques fueron numerados y trasladados para su limpieza a las afueras de la ciudad. Paralelamente, el solar del claustro fue excavado y vaciado, y quedaba conectado subterráneamente con el nuevo atrio o recibidor pensado por Rafael Moneo a espaldas del edificio principal del Prado.
Culminada la obra, el claustro mantenía su patio interior, con sus arcos y columnas originales, y recuperaba su volumen exterior en forma de cubo, a lo que debe su nombre popular. Se utilizó ladrillo rojo para las fachadas, a fin de que entonaran mejor con los edificios circundantes. Interiormente, el elemento más novedoso es un lucernario que atraviesa el edificio, desde el claustro hasta las plantas subterráneas dedicadas a exposiciones.
Visitas: Laborables: 10:00 - 13:00 y 17:00 - 20:30 h., Festivos: 9:30 - 14:30 y 17:30 - 20:30 h., Telf. 91 420 35 78
3.- Rascafría, Monasterio de Sª Mª de El Paular (estilo gótico)
El Real Monasterio de Santa María de El Paular fue durante 450 años un monasterio cartujo, desde su fundación en 1390. Actualmente, desde 1954, es una abadía benedictina. Está situado en el municipio de Rascafría, en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama, en la Comunidad de Madrid.
Por orden de Enrique II de Castilla las obras de construcción del cenobio cartujano dieron comienzo en 1390 y se prolongaron durante varios siglos. Fue la primera fundación de la orden de San Bruno en Castilla. La ubicación fue elegida por el monarca y, según cuenta la tradición, decidió que el monasterio fuese de la orden cartuja debido a que, durante la guerra en Francia, su ejército había incendiado un monasterio de la misma orden. Enrique II se ocupó de señalar a su hijo, que reinaría como Juan I de Castilla, el lugar exacto de la construcción, junto a una ermita que se conocía como Santa María de El Paular. Esta ermita aún sobrevive hoy aunque rebautizada como Capilla de Nuestra Señora de Montserrat.
El proyecto contaba con tres edificios: el monasterio, la iglesia y un palacio para uso y disfrute de los reyes. En sus inicios se dieron cita diferentes maestros y arquitectos como Rodrigo Alfonso, que intervino también en la Catedral de Toledo, el morisco Abderramán, a quien se debe el refectorio gótico-mudéjar y Juan Guas, responsable del atrio y la portada de la iglesia y del claustro de los monjes, que cuenta con un templete octogonal muy característico que alberga en su interior una fuente. Un siglo después, a finales del siglo XV, Juan y Rodrigo Gil de Hontañón trabajaron en El Paular. La portada de acceso al patio del Ave María en el palacio se debe a Rodrigo Gil de Hontañón.
La iglesia tomó forma final durante el reinado de Isabel la Católica (1475-1504) y es la parte más sobresaliente de todo el conjunto. La reja que separa los fieles de los monjes fue realizada por el fraile cartujo Francisco de Salamanca y es una obra maestra en su género. La sillería del coro se repuso en el año 2003 en su actual y original ubicación, que en el año 1883 había sido trasladada a la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid. Esta sillería, de madera de nogal, fue tallada en el siglo XVI por el segoviano Bartolomé Fernández, que también fue el creador de la sillería de la iglesia del monasterio de El Parral en Segovia.
Lo mejor, sin embargo, es el retablo, realizado a finales del siglo XV en alabastro policromado. Recrea una serie de 17 escenas bíblicas con un extraordinario detalle. Según parece, fue una obra ejecutada en Génova, de donde la mandó traer su donante, Juan II de Castilla, aunque otras fuentes apuntan a que fue labrado “in situ” por artistas de la escuela de Juan Guas durante la última década del siglo XV. Así podría demostrarlo la gran cantidad de desechos del mismo alabastro que el del retablo, que se arrojaron al patio de Matalobos para terraplenar determinado lugar (algunos parcialmente labrados) y que han aparecido con motivo de recientes obras. Está perfectamente conservado, y recientemente ha sido objeto de una cuidadosa limpieza, que le ha devuelto todo su esplendor. En la actualidad, para separar en la nave de la iglesia las partes antes reservadas a monjes y a conversos, se han instalado dos grandes pinturas de Luis Feito (Madrid, 1929) que despegan, tal vez, del entorno.
Durante los primeros cuatro siglos y medio, la cartuja alcanzó un importante esplendor económico y cultural y se convirtió en una de las más poderosas de toda Europa. Ejemplo de ello fue el hecho de que, en 1515, costeó la construcción de la cartuja de Granada. Además, de su molino de pasta para fabricar papel, el primero que existió en Castilla, salió el papel que se utilizó para imprimir la edición príncipe de la primera parte de El Quijote.
En 1835 la desamortización de Mendizábal afectó de lleno al monasterio y la orden Cartuja fue exclaustrada. Buena parte de las obras de arte que el monasterio contenía se perdieron entonces, como, por ejemplo, los retablos y altares que decoraban las paredes de la iglesia y los miles de libros que albergaba su magnífica biblioteca. Ya sin monjes que ocupasen el claustro, en 1876, poco después de que Alfonso XII ascendiese al trono, el gobierno declaró al Real Monasterio de Santa María de El Paular como Monumento Nacional, lo que, probablemente, salvó al edificio de la ruina total. En 1918, la Dirección General de Bellas Artes creó la "Escuela de Pintores del Paular", que becaba la estancia de pintores durante los meses de verano en las antiguas celdas. Por entonces, esas celdas medio derruidas cobijan en verano también a hombres como el historiador Ramón Menéndez Pidal o el poeta Enrique de Mesa, y el monasterio comienza a ser el centro neurálgico de la actividad científica y montañera de los hombres de la Institución Libre de Enseñanza, fundada por Francisco Giner de los Ríos. Y al calor de ésta, en 1913 se funda la Real Sociedad de Alpinismo Peñalara, que hará de la torre entonces desmochada del Paular emblema de su revista mensual. Durante la guerra civil, Rascafría y el Paular fueron ocupados por tropas del ejército republicano, que quemaron la iglesia del pueblo (como las de todos los pueblos del valle del Lozoya) y destrozaron lo poco que quedaba en la cartuja. Así, en el jardín del claustro existe un sepulcro de piedra con cubierta a dos aguas, que contenía los restos del obispo de Segovia don Melchor de Moscoso, que lo fue hasta su muerte en 1632, sepulcro que fue destapado y saqueado. Pasada la guerra, y sumido ya en el abandono, en 1954 el Gobierno del general Franco cedió el monasterio en usufructo vitalicio a la orden benedictina (en la escritura de cesión a los benedictinos se dice textualmente “al no haberse podido hacer cargo de ella la orden de los cartujos”). Y según ello, vinieron doce monjes procedentes de la abadía de Valvanera, en La Rioja, queriendo hacer del Paular un centro de expansión de religiosidad y de cultura desde el espinazo de España. Comienza entonces un plan de restauraciones que continúa en la actualidad. Ocho monjes de la orden de San Benito mantienen hoy vivo el viejo cenobio. De gran valor es también El Transparente, capilla barroca que acoge el Sagrario y luce una recargada decoración a base de mármoles, columnas salomónicas, pilastras prismáticas y numerosas estatuas. Está compuesto por dos estancias escalonadas detrás del ábside.
En la actualidad los monjes siguen ocupando una parte del monasterio, la que queda a la izquierda de la iglesia. El palacio se reconvirtió en un hotel regentado por la cadena norteamericana Sheraton. Frente al monasterio se encuentra el Arboreto Giner de los Ríos y el Puente del Perdón, construido en el siglo XVIII, que salva el curso del río Lozoya. El entorno de El Paular es privilegiado desde un punto de vista natural. Al hecho de estar rodeado por montañas que superan los 2.000 metros de altura, se suma la generosa vegetación que tapiza el fondo del valle, compuesta por árboles de hoja caduca tales como robles, fresnos o álamos.
Visitas: lunes a sábados 12:00 h., 13:00 h. y 17:00 h. (los jueves no hay visita a las 17:00 h.).
Domingos (invierno) 13:00 h., 16:00 h. y 17:00 h.
Domingos (verano) 13:00 h., 17:00 h. y 18:00 h.
Tel. 91 869 14 25
4.- Torrelaguna, Iglesia de Sª Mª Magdalena (estilo gótico)
La iglesia parroquial de Sª Mª Magdalena en la localidad de Torrelaguna en la Comunidad de Madrid, es un edificio de estilo gótico construido en el siglo XIV, es uno de los más importantes edificios del gótico en Madrid.
Comenzó a edificarse bajo su forma actual en el siglo XV, continuando las obras durante toda la centuria siguiente, rematada ésta por el cardenal Cisneros, natural de esta villa. Tiene planta basilical de tres naves de cinco tramos y cabecera con tres ábsides poligonales. Las bóvedas son de crucería con nervio espinazo tanto longitudinal como transversal (al estilo burgalés).
Se empezó a edificar, sustituyendo la anterior románica, a comienzos del siglo XV y fue finalizada en el siglo XVI. Las bóvedas son de crucería gótica que son sostenidas por una serie de arbotantes apoyados en contrafuertes entre los que se abren las diferentes capillas en cuyo interior hay retablos destacables.
La torre es del siglo XV y se debe al maestro Juan Campero que fue contratado por el Cardenal Cisneros. Tiene tres cuerpos y un chapitel. En el tercer cuerpo se hallan los escudos de la villa y de Cisneros.
La portada de la Resurrección, del siglo XVI mezcla el gótico-mudéjar con el Renacimiento. Los autores del conjunto fueron Juan de Cisniega y Juan Calderón y fue financiado por el Arzobispo Fonseca que dejó en ella su escudo de armas.
Los retablos son barrocos y platerescos. Entre ellos destaca el retablo mayor, plateresco, obra de Narciso Tomé.
La portada occidental tiene un arco carpanel y por encima una arquivolta trilobulada conopial. El tímpano lleva una figura de piedra con la Imposición de la casulla a San Ildefonso por la Virgen.
Otro elemento muy interesante de esta iglesia de Torrelaguna, como ocurre en Colmenar Viejo, es el imponente campanario que se adosa al lado norte de la fachada principal. Es una gran mole de piedra sillar realizada por el especialista de la época Juan Campero. Es de gran anchura y tiene tres cuerpos con pocos vanos, por lo que el efecto de verticalidad y esbeltez se lo confiere el conjunto de pináculos que se colocaron en las esquinas y centro de las caras. La cubierta es un chapitel de escamas pétreas.
Visitas: Telf. 91 843 00 92
Textos:Wikipedia
Ortofotos:IGN
Fotos: 1.- Propias, 2.- commons.wikimedia.org